Ausencias de ayer, desaparecidas de hoy
Memoria, cuerpo y desaparición
Ausencias de ayer, desaparecidas de hoy es un tríptico de obras visuales, sonoras y performativas que indaga en las memorias de las mujeres que han resistido, buscado y persistido frente a la desaparición forzada en América Latina. Esta propuesta entrelaza imágenes de las dictaduras del Cono Sur con registros actuales de la lucha de madres y colectivos de búsqueda en México, no para reforzar representaciones victimistas, sino para visibilizar la potencia política de los cuerpos que se movilizan, que inscriben, que interrumpen el silencio.
El proyecto comenzó como una exploración de técnicas de transferencia fotográfica: tomar imágenes impresas y trasladarlas manualmente a soportes como tela de algodón o lienzo. Es un procedimiento artesanal, lento y frágil. Requiere adherir, frotar, quitar con cuidado la pulpa del papel, dejar que la imagen se fije poco a poco. Si se frota con demasiada fuerza, la imagen se rompe. Si se borra mal, queda incompleta. Esta práctica se convirtió pronto en algo más que técnica: una forma de reflexión encarnada sobre cómo se construye la memoria, sobre qué se adhiere, qué se borra, qué se fisura.
En ese gesto paciente y minucioso, comprendí que las imágenes no solo se imprimen: también se encarnan. Y que su potencia no reside únicamente en lo que muestran, sino en lo que resisten. Como lo plantea Georges Didi-Huberman, la imagen “arde” cuando se la fuerza a aparecer demasiado rápido, cuando se le exige claridad donde hay opacidad, forma donde hay herida. La imagen —dice— es huella y herida, portadora de un fuego que no se apaga porque sigue reclamando ser vista, porque su aparición es también una forma de insistencia. Como el duelo, como el testimonio, como la búsqueda, la imagen necesita ser sostenida con cuidado, acompañada en su devenir fragmentario, parcial, a veces ilegible.
Este tríptico no busca ilustrar la ausencia, sino ocuparla activamente. Las obras que lo componen —Bruit de mémoire, Lo que nos queda y Entre ausentes— conforman una constelación de gestos que ponen en escena la tensión entre desaparición y persistencia. En ellas, el arte no funciona como representación, sino como acto de inscripción, como espacio donde los cuerpos —históricamente subalternizados— irrumpen para reclamar visibilidad, archivo y justicia. Se trata, en última instancia, de desdomesticar la imagen de la mujer y mostrar que allí donde hay búsqueda, hay también potencia política, agencia, interrupción.


Nayeli Moctezuma
Bruit de mémoire
Videoarte performativo
Una mujer enmascarada, vestida de blanco, atraviesa la proyección de imágenes de Carmen Volante (madre de Pamela Gallardo, desaparecida en México) y Norita Cortiñas (madre de Carlos Cortiñas, desaparecido en Argentina). Las voces de ambas mujeres se superponen generando ruido, molestia, disonancia. El cuerpo performativo encarna esa memoria: la recibe, la proyecta, la interrumpe. El encuadre es inestable. La imagen se mueve. La memoria también.
Lo que nos queda
Video monocanal – acción de transferencia
Una mano raspa delicadamente los restos de celulosa sobre una imagen transferida a tela: el retrato de Carmen Volante. El gesto, entre caricia y restauración, revela lentamente la imagen mientras se escucha su testimonio. Es un proceso técnico y simbólico: si se frota con fuerza, la imagen se rompe. También la memoria. La acción performativa se vuelve rito, archivo táctil, duelo insistente.
Entre ausentes
Entre les absentes
Entre ausentes es una serie fotográfica en cuatro tiempos que explora la presencia performativa de un cuerpo femenino en diálogo con dos figuras emblemáticas de la búsqueda y la resistencia: Carmen Volante, madre de Pamela Gallardo (desaparecida en Ciudad de México), y Norita Cortiñas, madre de Carlos Cortiñas (desaparecido durante la dictadura argentina).
La mujer enmascarada y vestida de blanco aparece y desaparece entre las proyecciones de las dos madres, encarnando el vacío que une a ambas: el lugar de las ausencias que siguen ardiendo. Su cuerpo ocupa ese espacio intermedio como una mediadora muda, un canal de transmisión. El blanco de su vestimenta y máscara sugiere tanto pureza como borramiento. Los gestos –manos extendidas, cuerpo detenido, brazos caídos– activan una coreografía mínima de resistencia y duelo.
Las fotografías están levemente inclinadas, desenfocadas, casi mal encuadradas. Esta decisión formal evoca una memoria rota, mal fijada, que se niega al marco perfecto de la representación. Lo que está fuera de cuadro se vuelve tan importante como lo visible. La memoria aquí no es una imagen nítida, sino una escena en ruinas.